Jesús y desierto
Jesús y desierto
Jesús pasó gran parte de su ministerio en entornos urbanos, sin embargo, muchos de sus momentos más transformadores ocurrieron al aire libre: agua, montañas y desiertos. El desierto de la Biblia es un «espacio liminal», un lugar intermedio donde la vida ordinaria se suspende, hay cambios de identidad y emergen nuevas posibilidades. Con las experiencias de los israelitas en el exilio, nos damos cuenta de que aunque el desierto bíblico es un lugar de peligro, tentación y caos, también es un lugar para la soledad, la alimentación del espíritu y la revelación de Dios. Estos temas emergen en el viaje de Jesús al desierto, vinculando su identidad con la de sus antepasados hebreos.
«Moisés hizo que los israelitas se alejaran del Mar Rojo. Entonces ellos se fueron al desierto de Sur, y durante tres días caminaron por él, sin encontrar agua. Cuando llegaron a Mará, no pudieron beber el agua que allí había, porque era amarga. Por eso llamaron Mará a ese lugar. La gente empezó a hablar mal de Moisés, y preguntaban: “¿Qué vamos a beber?” Entonces Moisés pidió ayuda al Señor, y él le mostró un arbusto. Moisés echó el arbusto al agua, y el agua se volvió dulce. Allí el Señor los puso a prueba, y les dio una ley y una norma de conducta» (Éxodo 15:22-25, DHH).
Dios liberó a los israelitas de la esclavitud, sacándolos de Egipto y llevándolos a un desierto árido. El desierto tenía connotaciones particulares para los antiguos israelitas. Basta recordar la tierra estéril que sirvió como el fundamento de la creación en Génesis 2: «Cuando Dios el Señor hizo el cielo y la tierra, aún no había plantas ni había brotado la hierba, porque Dios el Señor todavía no había hecho llover sobre la tierra, ni había nadie que la trabajara» (Génesis 2:4b-5, DHH). Como las aguas de antes de la creación en Génesis 1:2, el desierto era, en el imaginario colectivo de Israel, un lugar de caos y peligro. Había un riesgo real de muerte a causa de la sed, hambre o animales depredadores. Sin embargo, el desierto era también un lugar para experimentar a Dios.
Cuando Moisés llevó a los israelitas al desierto, ellos estaban sedientos y con hambre. Moisés, oró a Dios, con mucha fe por el sustento y Dios les dio agua y maná (Éxodo 15:27-16:35). Dios se acercó a ellos en el desierto, le habló a la gente desde una nube (Éxodo 16:10), y estableció una alianza con los israelitas, probando su fe y consagrándolos al servicio de Dios (Éxodo 20:1-17). A través de sus cuarenta años en el desierto, fueron alimentados y transformados como pueblo escogido de Dios. El desierto sirvió como un espacio apartado, que obligaba a los israelitas a enfrentar el hambre, el miedo y el aislamiento (Éxodo 16:1-8; 17:1-7), y servía para experimentar la presencia inmanente y trascendente de Dios (Éxodo 15:25-26; 16:4-7, 10-12; 17:5-7, 19:16-20:21) y para definir la identidad de Israel (Éxodo 15:25-26; 17:8-16; 20:1-2).
«Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto, para que el diablo lo pusiera a prueba» (Mateo 4:1, DHH). El viaje de Jesús hacia el desierto comenzó cuando pasó por las aguas del bautismo y fue colmado del Espíritu de Dios: «En cuanto Jesús fue bautizado y salió del agua, el cielo se le abrió y vio que el Espíritu de Dios bajaba sobre él como una paloma» (Mateo 3:16, DHH). Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto, y el diablo lo puso a prueba, tratando de convencerlo de que usara el poder de Dios en lugar de confiar en la fidelidad de Dios. Jesús se resistió a la invitación del tentador, aun cuando fue llevado a la cima de la montaña y este le mostró los reinos del mundo (Mateo 4:1-11). Es interesante notar que en la versión de Mateo, «el diablo lo llevó a un cerro muy alto, y mostrándole todos los países del mundo y la grandeza de ellos, le dijo: —Yo te daré todo esto, si te arrodillas y me adoras» (Mateo 4:8-10, DHH). En la versión de Lucas: «Luego el diablo lo levantó y, mostrándole en un momento todos los países del mundo, le dijo: —Yo te daré todo este poder y la grandeza de estos países. Porque yo lo he recibido, y se lo daré al que quiera dárselo. Si te arrodillas y me adoras, todo será tuyo» (Lucas 4:5-8, DHH). El diablo que describe Lucas demanda más poder. Sin embargo, en ambos casos, Jesús responde: «La Escritura dice: “Adora al Señor tu Dios, y sírvele sólo a él”» (Mateo 4:10; Lucas 4:8, DHH).
En la historia del éxodo, Moisés atravesó el Mar Rojo, pasó por el desierto y subió hasta el monte Sinaí. En la historia de Jesús, él atravesó las aguas del bautismo, pasó las tentaciones del desierto y subió hasta una alta montaña con el diablo. La identidad de Jesús se establece sobre la tradición de Moisés, anunciando que Jesús finalmente conduciría al pueblo de Dios hacia una nueva alianza con Dios. Jesús es presentado como el intérprete justo de la ley, las personas que siguen a Moisés deben seguir a Jesús. En esta historia, como en la historia de los israelitas, el desierto es un lugar de hambre y lucha, así como un lugar para el establecimiento y aseguramiento de la identidad; en este caso, de la identidad de Jesús como Hijo de Dios, a la vez humano y divino.
Una mirada al texto
En ambas historias, el desierto tiene muchas funciones. Sirve como un lugar de esterilidad y hambre, fuente del alimento de Dios, lugar para la prueba y la revelación de Dios, y un contexto para la transformación del pueblo de Dios.
Lea Éxodo 15:22-20:21 y Mateo 3:13-4:11. ¿Cómo es utilizado el desierto en estas historias? ¿De qué manera serían diferentes esas historias si se llevaran a cabo en un entorno urbano?
Lea ahora la versión abreviada de Marcos sobre el viaje de Jesús al desierto (Marcos 1:12-13). ¿Qué significa que Jesús estaba «entre las fieras»? (Marcos 1:13, DHH)
Desierto sirve como una metáfora común para un espacio o un tiempo de confusión, transición y crecimiento. ¿Qué significa desierto para usted? ¿Cómo ha conocido a Dios en un lugar desierto? ¿Cuáles son los riesgos de entrar en el desierto? ¿Cómo se reveló Dios?
Una mirada a nuestro mundo
En el mundo de hoy, también las selvas (al igual que los desiertos) son lugares inhabitados. Sin embargo muchos de los bosques del mundo se están convirtiendo en espacios desérticos debido a la deforestación, se pasa de bosques, a tierras deforestadas, a desiertos. Las personas deforestan terrenos principalmente en la explotación forestal, el desarrollo urbanístico y la producción agrícola. Pastoreo de animales y ganado, incendios forestales y uso recreativo de la selva también pueden contribuir a la deforestación. Este cambio en el paisaje disminuye la biodiversidad, contribuye a la erosión del suelo, afecta el suministro de agua y reduce la capacidad de la tierra para autocontrolar la contaminación.
¿Cuáles son las implicaciones teológicas de la deforestación? ¿Cómo afecta la idea de deforestación su comprensión metafórica del desierto?
Jenny Phillips escribe recursos para iglesias y ministerios al aire libre. Tiene una Maestría en Divinidad de Union Theological Seminary de Nueva York, NY.
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