Cómo se formó la Biblia
La Biblia es como una pequeña biblioteca que contiene muchos libros escritos por diferentes autores. La palabra «Biblia» viene de la palabra griega biblia, que significa «libros». Pasaron 1100 años para que todos estos libros fueran escritos; y muchos años más, para que la lista de libros que ahora conocemos como la Biblia se reuniera en un solo libro.
La transmisión de las historias
Antes de que la Biblia fuera escrita, las personas contaban las historias sobre Dios y sobre la relación de Dios con su pueblo que ahora leemos en la Biblia. Esta etapa de transmisión de las historias de boca en boca es conocida como la «tradición oral». Esta etapa duró por muchos años; las familias transmitían las historias de sus antepasados a las nuevas generaciones. En el caso de las escrituras judías (Antiguo Testamento), algunas historias fueron contadas de manera oral durante siglos antes de ser escritas de forma definitiva.
La escritura de las historias de la Biblia
Finalmente, cuando las sociedades del Medio Oriente empezaron a desarrollar formas de escritura que eran fáciles de aprender y de usar (alrededor del año 1800 a. C.), la gente comenzó a escribir historias, canciones (salmos) y profecías que se convertirían después en partes de la Biblia. Estos fueron escritos en papiro, un material similar al papel, hecho de juncos o en papel vitela, que se hacía de pieles secas de animales. Los libros del Antiguo Testamento no fueron escritos al mismo tiempo. Este proceso duró siglos. Mientras que algunos libros se escribían y recopilaban, otras historias todavía se transmitían de manera oral. Ya que estas historias fueron escritas a veces de manera fragmentaria o se compilaron más de una versión de la misma historia, partes de la Biblia pueden ser difíciles de entender para los lectores modernos. Por ejemplo, compare a Génesis 1:1-24 con Génesis 2:5-3:24 y a 1 Samuel 16:14-23 con 1 Samuel 17:55-58.
Nunca se han encontrado los manuscritos originales de los libros que componen el Antiguo y el Nuevo Testamento. Estos se desgastaron probablemente por el uso continuo o fueron destruidos hace siglos. Sin embargo, copias de estos manuscritos fueron hechas a mano y se convirtieron en posesiones valiosas de las sinagogas, las iglesias y los monasterios. Antes de que estas copias se desgastaran, nuevas copias fueron hechas; y después se hicieron más copias de estas copias, y así sucesivamente, de generación en generación. Se han conservado algunas copias muy antiguas de los escritos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, y ahora se conservan en museos y bibliotecas alrededor del mundo en lugares, como: Jerusalén, Londres, París, Dublín, Nueva York, Chicago, Filadelfia, Ann Arbor, Michigan, Grecia, Italia, Rusia y Sinaí.
Una vez que las historias de la Biblia comenzaron a escribirse, se hizo necesario hacer nuevas copias antes de que las copias más viejas se desgastaran por el uso y llegaran a ser ilegibles. A veces, varios escribas hacían copias mientras que otro escriba leía el texto en voz alta.
La recopilación delas escrituras judías
No es posible saber con exactitud cuándo se completó la recopilación de los libros de las escrituras judías. Algunos de los escritos de las escrituras judías pueden remontarse hasta el año 1100 a. C., pero el proceso de reunir los libros no comenzó probablemente hasta alrededor del año 400 a. C. Esta recopilación de los libros continuó mientras que nuevos libros fueron escritos en fechas tan tardías como el siglo II a. C. El proceso para decidir cuáles libros serían parte de las escrituras judías oficiales continuó hasta poco antes del año 100 d. C. Este trabajo era realizado a menudo por rabinos judíos (maestros).
La preparación de la Biblia para un mundo cambiante
Fue durante este tiempo que las escrituras judías fueron traducidas al griego. Esta traducción es llamada la «Septuaginta», que significa «setenta» y a menudo se identifica por el número romano para setenta (LXX). La leyenda de cómo la Septuaginta fue hecha y de cómo obtuvo su nombre se narra en un documento llamado «Carta de Aristeas». La leyenda dice que setenta y dos eruditos comenzaron a traducir las escrituras judías del hebreo, todos al mismo tiempo. La carta continúa diciendo que todos acabaron al mismo tiempo, en setenta y dos días, y que todos los setenta y dos eruditos descubrieron que sus traducciones eran exactamente idénticas. Todos los números «setenta y algo» que aparecen en la historia le dieron el nombre a la traducción. Esta versión griega de la Biblia fue utilizada por el pueblo judío que estaba disperso por todo el mundo romano, porque la mayoría de ellos hablaba griego en vez de hebreo. Las copias más antiguas de la Septuaginta datan del siglo II a. C., más de cien años antes del nacimiento de Jesús. La Septuaginta fue también la principal versión de las escrituras judías utilizadas por los cristianos primitivos.
La forma en que se decidió qué libros eran lo suficientemente sagrados como para ser incluidos en las escrituras judías no es del todo claro. Sabemos que alrededor del año 100 d. C., un grupo de eruditos judíos se reunió en Jamnia, un centro de aprendizaje judío al oeste de Jerusalén. Durante este tiempo, los eruditos debatieron qué libros debían ser incluidos en las escrituras judías. Las discusiones de estos eruditos fueron probablemente determinantes en la decisión de la comunidad judía de que treinta y nueve libros deberían formar la lista santa: «el canon». Siete libros llamados deuterocanónicos (que significa «la segunda lista») no fueron incluidos en la primera lista. Hoy en día, la mayoría de las iglesias protestantes siguen la lista original de treinta y nueve libros y lo llaman el Antiguo Testamento. Las iglesias católica, anglicana (episcopal) y ortodoxa oriental incluyen los libros deuterocanónicos en su Antiguo Testamento. Para más información véase el artículo llamado «¿Qué libros pertenecen a la Biblia?»
Las historias de Cristo y sus primeros discípulos
Jesús y la mayoría de sus seguidores eran judíos, y utilizaron y citaron las escrituras judías. Después de que Jesús murió y resucitó alrededor del año 30 d. C., las historias acerca de Jesús, así como sus enseñanzas, fueron transmitidas de manera oral. No fue hasta alrededor del año 65 d. C. que estas historias y enseñanzas comenzaron a ser recopiladas y puestas por escrito en los libros conocidos como los Evangelios, que constituyen aproximadamente la mitad de lo que los cristianos llaman el Nuevo Testamento. Sin embargo, los primeros escritos del Nuevo Testamento son probablemente algunas de las cartas que el apóstol Pablo escribió a los grupos de seguidores de Jesús que estaban dispersos en todo el imperio romano. La primera de estas cartas es seguramente 1 Tesalonicenses, que puede remontarse a una fecha tan antigua como el año 50 d. C. Otros escritos del Nuevo Testamento fueron escritos en el siglo I o en los primeros años del siglo II d. C.
Los libros del Nuevo Testamento fueron escritos en griego, una lengua internacional durante este período del imperio romano. A menudo los libros y cartas se transmitían y leían por separado. Por casi trecientos años (del 100-400 d. C.), los líderes y los concejos de la iglesia primitiva argumentaron acerca de cuáles libros deberían ser considerados sagrados y ser tratados con el mismo respeto dado a las escrituras judías. En el año 367 d. C., el obispo de Alejandría, llamado Atanasio, escribió una carta en la que se incluían veintisiete libros y decía que los cristianos deberían considerarlos autoritativos. Su lista fue aceptada por la mayoría de las iglesias cristianas y los libros que él incluyó son los mismos 27 libros que hoy llamamos Nuevo Testamento.
La traducción de la Biblia
Cuando los libros del Nuevo Testamento fueron escritos, el idioma griego era el idioma hablado por la mayoría de personas del mundo mediterráneo. Pero al final del siglo II d. C., los idiomas locales se estaban volviendo populares de nuevo, especialmente en las iglesias locales. Entonces, se hicieron traducciones de la Biblia en latín, la lengua de Roma; copto, un idioma de Egipto; y siriaco, una lengua de Siria. En el año 383 d. C., el papa Dámaso asignó a un sacerdote erudito llamado Jerónimo para elaborar una traducción oficial de la Biblia en latín. Traducir toda la Biblia le tomó a Jerónimo casi veintisiete años. Su traducción llegó a ser conocida como la Vulgata y sirvió como la versión estándar de la Biblia en Europa occidental por los siguientes mil años. En la edad media, solamente los eruditos podían leer y entender el latín. Pero por el tiempo en que Johannes Gutenberg inventó la imprenta moderna (alrededor del año 1456), el uso de las lenguas vernáculas (locales o nacionales) era aceptable y generalizado en ámbitos oficiales, educativos y religiosos. A medida que más personas aprendieron a leer, creció la demanda de nuevas Biblias en las lenguas vernáculas. Traductores como Martín Lutero, William Tyndale, Casiodoro de Reina y Giovanni Diodati comenzaron a traducir la Biblia a los idiomas que la gente utilizaba en su vida cotidiana.
El proceso de traducción de la Biblia continúa aún hoy, y ha sido ayudado por recientes descubrimientos. Por ejemplo, en los últimos 150 años, se han descubierto muchos antiguos manuscritos griegos del Nuevo Testamento. En el año 1947, manuscritos muy antiguos de las escrituras judías fueron descubiertos en las cuevas del Qumrán, Murabba'at y otros lugares al oeste del Mar Muerto en Israel y son conocidos como los rollos del mar Muerto. Estos manuscritos, que datan entre el siglo III a. C. y el siglo I d. C., han ayudado a los eruditos modernos a entender mejor la redacción de algunos textos y tomar decisiones acerca de cómo traducir mejor palabras o versículos específicos.
La Biblia es un libro muy antiguo que ha llegado a nosotros gracias a que muchos hombres y mujeres han trabajado arduamente para copiar y estudiar los manuscritos, examinar importantes artefactos y ruinas antiguas y traducir textos antiguos a lenguas modernas. Su dedicación ha ayudado a mantener viva la historia del pueblo de Dios.
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